A MAP BY R. BUCKMINSTER FULLER
Arnau Tiñena Ramos. Master d'investigació i doctorat en urbanisme. ETSAB-UPC.
Vivir en una ciudad, explorar un ecosistema o habitar un
planeta exige conocer el principio más básico y primitivo de subsistencia, el
principio de eficiencia.
Arnau Tiñena Ramos. Master d'investigació i doctorat en urbanisme. ETSAB-UPC.
Aprendamos de la búsqueda de idoneidad en la naturaleza, de la capacidad de los organismos para
adecuarse con acierto a un ambiente determinado, Darwin lo denomina adaptación.
El ambiente más idóneo es
aquél en el que la energía necesaria para mantener el bienestar del organismo o
artefacto es la menor posible. Todos los organismos están diseñados para vivir
con el menor consumo de energía posible, un principio básico para la supervivencia
pero anecdótico cuando se nada en la abundancia de nuestra sociedad capitalista
del primer mundo.
R.
Buckminster Fuller dedicó su vida al estudio de la eficiencia energética. Era muy consciente de lo limitado de los
recursos que el planeta tenía para ofrecer y abogaba por un principio que llamó
«efemeralización» que, en esencia,
de acuerdo con el futurista y discípulo suyo Stewart Brand, Fuller
acuñó para significar «hacer más con menos».
Este
mapa mundial dibujado por R. Buckminster Fuller en 1934 representa la
distribución de los centros de producción de energía en nuestro planeta en
relación a los núcleos dónde se concentra la población mundial.
Los
puntos blancos representan las grandes aglomeraciones urbanas del planeta,
mientras que los puntos negros representan la cantidad de población que podría
subsistir con cada uno de los centros de producción energética.
Cada
punto blanco representa un 1% de la población mundial, y están situados en los
puntos de máxima densidad de población, i cada punto negro representa un 1% de
la población que podría subsistir con la energía generada en el planeta, y están
situados en los principales centros de consumo.
En
1934, habitaban la tierra 2.125.000.000 de personas, y había energía para
cubrir a 36.850.000.000 de personas, número obtenido de dividir la energía
total consumida por la tierra durante un año, entre la media de energía total
consumida por una persona durante un año.
Examinando
este diagrama se puede concluir que la tierra en 1934 generaba 17 veces más de
energía de la necesaria para que la raza humana pudiera subsistir en el planeta
holgadamente, y que existía una distribución muy desequilibrada del
consumo energético, dónde destaca un sobre consumo desproporcionado en Europa,
pero sobretodo en las costas Este i Oeste de EEUU, que concentraban un 54% del
consumo energético mundial, y un consumo energético prácticamente nulo en el
continente africano, asiático, y sudamericano.
Actualmente,
78 años después, con 6.500.000.000 de habitantes viviendo en el planeta, más
del triple que en 1934, el consumo se ha expandido y la tendencia es que se
vaya extendiendo sobretodo por el continente asiático. Sin embargo, siguen existiendo
grandes desequilibrios de localización. Si en 1934 se producía 17 veces más de
lo que se necesitaba, a cuánto ascenderá hoy esta cifra?
Sabemos que la ciudad es un sistema disipativo-entrópico-, incapaz tanto de reorganizarse como de reaccionar a las perturbaciones, de conservar su organización interna si las perturbaciones superan determinados umbrales, los sistemas se degradan y la energía se disipa en el transporte o se malgasta.
Sin embargo, un ecosistema natural posee una precisa homogeneidad cuando es sometido a cambios de energía y de materia, es más flexible, informe, y con mayor capacidad de adaptación.
Cuál es o
cuál puede ser el metabolismo de un sistema artificial como la ciudad? es posible hacer organizaciones complejas más próximas a las lógicas orgánicas?
>> McHARG, Ian
L., Proyectar con la Naturaleza , Barcelona: Gustavo Gili,
2000 (Primera edición: Design with Nature, 1969, introducida por Lewis Mumford).
>> BECK, Ulrich, Risk Society. Towards a New Modernity, London : Sage, 1997.